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Política de empresa​​​​​​​​​​​  (un texto de Anibal Humano)​

 


Miro como el niño se detiene frente al gran ventanal de la oficina donde trabajo. Le sonrío porque es la política de empresa pero también porque es precioso y me ha caído muy bien.
Él también sonríe, así que levanto mi brazo izquierdo y apoyando el codo sobre el escritorio le saludo abriendo y cerrando la mano. Intenta responder aunque su psicomotricidad es aún bastante precaria, que tierno. Abro más mi sonrisa para entusiasmarlo y me doy cuenta de que el padre se ha detenido en la acera y le observa con otra sonrisa. De a ratos mira al interior de la oficina buscando mi complicidad.

 

Ahora el niño apoya las manitas sobre el vidrio y descubre el juego de aplastar el cuerpo contra el cristal. Primero una mejilla y el mentón, luego la mejilla y el parpado.
La sonrisa del padre aumenta y el pequeñin se entusiasma y da un golpecito con la frente y con la mejilla y la nariz. Apoya la nariz y la hace rotar provocando unas deformaciones muy graciosas.
Retira unos centímetros el rostro y sobre el cristal queda un hilito de sangre que se le ha salido de la fosa izquierda. Vuelve a dar un golpe,  esta vez de lleno en la nariz que parece se le ha quebrado. La mancha de sangre es mayor y comienza a deslizarse hacia abajo tiñendo los dientitos blancos, inocente sonríe y golpea otra vez con la frente quebrando un trozo de cristal que cae dentro de la oficina. Una abundante cantidad de sangre resbala hasta los azulejos inmaculados, sobre todo cuando el niño apoya el cuellito y se hace un tajo.

El padre se acerca y coge el cuerpito inmóvil por las axilas desenganchando la cabecita del hueco en el vidrio. Lo carga sobre su hombro y mientras se aleja caminando por la acera, se que detrás de la mancha roja que cubre el rostro hay una sonrisa tierna y sincera, como la de su padre.

Yo también sonrío porque es política de la empresa pero también porque el niño es precioso y me ha caído muy bien.

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